Sonó el teléfono y desesperada corrió a su encuentro, esperando que una voz afable contestara al otro lado. Se habían equivocado. Las horas del reloj, parecían haberse detenido. Un frío presentimiento recorrió su frágil cuerpo, ya no llamaría. Había olvidado la promesa que días atrás había jurado, con besos y caricias, de recordarle cuan grande era la devoción que le profesaba. Dónde se había ido aquella adoración y ternura con la que poco a poco había conquistado su pétreo corazón. Aquellas caricias y susurros que habían derribado los infranqueables muros de sus sentimientos, dónde estaban.
Lágrimas frías y llantos desconsolados amargaron aún más la espera. Imaginaba que todo había sido un juego y que se habían burlado de ella. Horas más tarde volvió a repicar el teléfono, pero su soberbia le impidió atenderlo. Siguió sonando largo rato hasta que su interlocutor, cansado de insistir, prefirió creer que no había nadie al otro lado.
Recordaba las bellas palabras, las delicadas caricias, los poemas de enamorado… Recordaba el aroma de su cuerpo, la firmeza de su piel, la suavidad de su pelo, pero apenas recordaba los rasgos de su rostro.
Volvió a sonar el teléfono y al contestar, una voz le dijo que él ya no vendría.
Me has despertado recuerdos de pubertad, cuando esperando una llamada de una chica, cogía el teléfono para asegurarme de que funcionaba.
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Toni