Se acercó sigilosa al sillón
donde se encontraba durmiendo plácidamente la siesta. Hacía calor, como no podía ser de
otra forma a principios de agosto y la ropa se pegaba al cuerpo de una forma
insoportable, con lo que como mejor se estaba era sin ella.
Como un gato, se acercó sin
apenas hacer ruido y decidió acariciarlo, besarlo y proporcionarle todo tipo de
agasajos complacientes cual esmerada geisha. Con la lengua húmeda refrescaba
cada rincón de su sudorosa piel, no olvidando nada, ni abandonando a su suerte
ninguna parte del cuerpo de su amante.
Con suma maestría acariciaba su miembro viril, que aunque en
principio dormido, pronto despertó ante los continuos mimos y atenciones.
Agarrándolo entre sus manos de forma delicada en principio y más enérgica
luego, comenzó procurarle placer. Trataba con sus acompasados movimientos
transmitirle todo el deseo contenido, que ella misma atesoraba y que anhelaba
recibir también, y que enseguida recogió.
Los dos amantes, como uno solo,
besaron apasionadamente sus sexos, se acariciaron con frenesí y terminaron
poseyéndose, prisioneros del fuego y del deseo. En un juego, que pronto
culminaría con una explosión, el éxtasis.
Suerte que a nosotros no nos duele la cabeza ;-)
ResponderEliminarSiempre dispuesta...
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