Se hizo experta en el arte amatorio, la diva de las meretrices, la reina de las concubinas. Su ávida lengua era capaz de recorrer con suma destreza cada rincón de los impávidos amantes que esperaban ser mimados y descubiertos. Una sutil mirada, podía convertirse luego en el más encarnizado momento de goce que dos cuerpos son capaces de proporcionarse. Tras las caricias, llegaban los escalofríos que produce el delicado tacto tras el roce de la piel. Los abrazos…
Toda ella la convertían en la perfecta amante. Hasta
la más mínima sutileza con la que era capaz de morderse el labio, invitado a
ser devorada sin contemplaciones, haciendo y dejándose hacer, se transformaban
en momentos de lujuria, desenfreno y el mayor placer inimaginable.
Era todo un lujo
espiarla en el baño, mientras tomaba uno de espuma o de sales, sus preferidos
cuando quería volver a nacer. La sutilezas con la que se propinaba las más
delicadas caricias, la transportaban a otro espacio sólo con el simple, pero al
mismo tiempo sublime, acto de deslizar los dedos sobre cada rincón de su piel…¡Mírala! ¡Mírala y no apartes la vista! ¡Recréate! Ella te regala este momento, sólo para tí, porque ahora sólo importas tú. Y ella es sólo para tí
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