Aquel oscuro día, decidió pedirle que
se bajara los pantalones. Y por qué no, los calzoncillos tan sexis que llevaba
aquel día, pero para lo que ella lo quería, le molestaban…
Acarició con las manos sus nalgas,
como quien palpa el más fino terciopelo. Avanzó, y él no opuso resistencia. Se
recreó en el escroto, aquella bolsita que protege como un delicado paquete, los
testículos, tan apetecibles para el juego. Los tocó, una y otra vez… Los besó
delicadamente, los lamió y cambió de táctica. Comenzaba a notarse muy, muy excitado,
pero el juego aún no había mas que empezado.
Ante ella, se erguía, con toda la
majestuosidad, su miembro, invitando a ser devorado, a ser poseído, y ella era
la candidata perfecta para acometer ese
trabajo. Lo sostuvo entre sus manos y comenzó a proporcionarle gusto. Un placer
pausado y sin prisas, pero lleno de gozo y satisfacción. En su rostro, se
reflejaba ese placer durante tanto tiempo contenido, y de pronto comenzó a
jadear. Ella, se lo metió en su boca para jugar con sus labios y su lengua cual
meretriz, introduciéndolo una y otra vez, con un ritmo acompasado y perfecto.
Cada cuanto tiempo acariciaba con la lengua la parte baja de los testículos, o
entrada de la uretra, extasiando aún más si cabía, a su amante.
Él estaba encantado, pero ella se
regocijaba con complacerlo de aquella manera que tanto le gustaba. Después de
un rato de regocijo e inmenso placer, con un grito seco, hasta ahora contenido,
decidió derramarse entre sus pechos sin mediar palabra…
Siempre he pensado que la mujer es más desinhibida en el sexo que el hombre, pero "lo calla".
ResponderEliminarSeguro que la protagonista, preferiría "otra superficie", ¿o no?
Saludos
Toni
La mujer es un ser muy sexual y sexuado. Su silencio está marcado por los roles sociales que le han impuesto.
ResponderEliminarEn cuanto a la superficie, cualquiera es buena en momentos de pasión...