Bailaban, como en un ritual en aquella pequeña habitación, sumidos en la penumbra; con sus cuerpos semidesnudos rozándose de una forma verdaderamente lasciva, pero igualmente apasionada. Mientras aquella música sonaba y se les impregnaba en cada poro de su piel, se agarraban, se besaban, recorriéndose mutuamente con suavidad como quien dibuja una fina filigrana. De una forma muy sensual restregaban sus cuerpos. Él besaba aquella tersa y cálida piel, se perdía por su cuello y entre sus pechos. Intentos de besos en sus bocas que nunca llegaban a culminar. Respiraciones contenidas y aquella música que seguía sonando sin parar. Ella daba vueltas alrededor de su cuerpo, y lo besaba, quería tantear el sabor de su piel por un instante robado al tiempo en aquel encuentro fugaz.
Mientras la sujetaba con fuerza, ella se asida a sus caderas y frotaban sus sexos, pero no paraban de bailar ni por un momento. Él se agarraba a sus prietas nalgas, ella a su pecho, se respiraban en los labios y continuaban bailando hasta que sus instintos animales ya no aguantaron más la tensa situación y sus hormonas dijeron basta para entregarse en cuerpo y alma a un simple ritual de puro sexo.
En el suelo él quiso probar su pubis caliente, chupar el néctar que se derramaba entre sus piernas, tras la excitación a la que habían estados sometidos. Su pene a la vez, se erguía majestuoso pidiendo guerra, pero ahora, no podía ser, se había entregado a dar placer con su juguetona lengua y el resto podía esperar. Luego, con suavidad, se colocó sobre ella y casi pidió permiso por unos segundos para entrar, aunque luego arremetió con fuerza y no pudieron parar lo que habían empezado.
Me alegra mucho volver a leerte.
ResponderEliminarBesitos
Toni