Despertó algo inquieta. No acertaba a recordar qué sueños o quizás pesadillas, la habían acompañado esa noche. No debió ser nada placentero, no, pues una brisa helada envolvía sus pensamientos.
Triste, ni siquiera era un sentimiento de tristeza sino más bien de temor lo que tenía, o quizás un delirio sombrío que la había perseguido en su vigilia. Había escuchado decir, y no acertaba a recordar a quién, que hay noches en que las ánimas del purgatorio susurran en los oídos de la gente, cual canto de sirenas. Pero no tenía miedo a los muertos, no, sino más bien a los vivos, que son quienes sujetan los puñales, aferrándose a sus ideas. Son los vivos quienes construyen los arquetipos de la vida, quienes dictan las leyes del comportamiento. Los muertos, ya no hacen daño a nadie, mas que a las conciencias…
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