Sólo se oía plañir el agua en la ducha, que mojaba con pasión esos cuerpos despojados de su ropa hecha jirones. Esa agua que limpiaba toda lascivia y todo mal recuerdo, purificando los momentos que ahora tornaban dulces y placenteros…
El jabón y la espuma se habían apropiado de aquellos tímidos amantes, recorriendo pausadamente sus delicadas pieles y aflorando las más ocultas pasiones. Fresca la piel, y suave al tacto sólo de caricias, iluminaba los rostros de sus propietarios, dueños por derecho propio de aquellos gratos momentos. En el ensoñar de sus miradas se perdía todo miramiento y pudor. Ya no había timidez ni pavor, pero tampoco lujuria; sólo sensualidad y ternura…
EL PLACER DEL TACTO...
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