Amaneció temprano, pero prefirió quedarse en la cama observando todo lo que acontecía a su alrededor. Le encantaban las mañanas de los fines de semana porque todo en su entorno parecía que aún dormía. No se oía el trajín de los coches ni de sus dueños, sólo el canto armonioso de los pájaros que despistados vagaban por la ciudad.
Al levantarse, flaqueaban sus piernas ante el ajetreo vivido la noche anterior, pero no le afectaba, era dichosa. Por un instante había conseguido tocar el cielo cual ángel alado; y ahora, con resaca de placidez, hasta las espinas eran pétalos y los clavos eran besos. Nada importaba…
Las emociones disparadas en el frenesí impetuoso y su posterior desplome, le habían dejado un delicado sabor entre los labios y un placentero cosquilleo en la piel. La dicha que ahora sentía, había ganado por un instante a los remordimientos y a la culpa. Nada importaba, era feliz y seguiría siéndolo mientras esos momentos permanecieran en su recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario