Pasaba sus tardes con los ojos tristes, y su memoria inundada de recuerdos. Quería escapar a la realidad, pero ésta la tenía agarrada por la cintura y no le permitía escapar.
El otoño había llegado, y no sólo los árboles del parque comenzaban a perder parte de la vida que meses atrás alegraba los paseos, se teñía de color ceniza el cielo y la apatía se apoderaba de los corazones que quedaban desangelados de cariño.
Sonó el teléfono, con un ring seco y desesperante, como queriendo que alguien contestara con premura. Pero no, no le apetecía que nadie oyera la languidez de su voz y dejó que aquel tañer terminara con los pocos ánimos que le quedaban. Nostálgica y yerma, veía como el reloj marcaba una a una las horas del día; aquel día que por no tener, no tenía que haber despuntado. Y se acurrucó en un rincón de la habitación, cuan perro desamparado, esperando que llegara el crepúsculo y tras él, otro amanecer más esperanzador.
La vida también la perdemos a veces entre los recuerdos.
ResponderEliminarLos sueños sueños son
ResponderEliminar