sábado, 19 de diciembre de 2009

DELEITE


Lo encontró descansando y sin ropa, estirado boca abajo sobre su cama. Se dirigió a él, sigilosa cual  gata en celo y comenzó a acariciarle el lóbulo de la oreja con su lengua, como si estuviera degustando un pequeño trozo de delicioso   chocolate. Luego la deslizó por su cuello, untándoselo con cálida saliva y le propinó infinidad de suaves besos.

Le acariciaba la nuca con sus firmes pechos, despertando en él un deseo incontrolable de besarlos, devorarlos a mordiscos, pero no lo dejó, quería continuar con este juego que había comenzado donde ella llevaba las riendas.

 Continuó recreándose con sus nalgas, atreviéndose a hincarles de vez en cuando el diente, con un dulce y tierno mordisqueo. Luego,  las rozó con sus senos.  Con ello le asaltaron nuevamente unas ganas irreprimibles de girarse y devorarla, pero no se lo permitió. Ella, y sólo ella, fue trazando poco a poco un camino por el interior de los muslos con su lengua. Prosiguió con suaves besos, con tiernos lamidos… ¡No sabía dónde meterse!


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