Últimamente se notaba diferente, pero no sabía el por qué. Un halo misterioso parecía envolverla y sentía que los hombres la devoraban con las miradas a su paso. Llevaba una vida en pareja muy normal y monótona, pero ese día, sin esperárselo, cuando él se proponía a meterse en la ducha, la abordó bruscamente por detrás. Le agarro sus pechos, apretó sus pezones y se la comió a besos de una forma desesperada. Su miembro se erguía imponiendo su presencia, y ella se sentía excitada. Alguien interrumpió ese momento y no continuaron.
La vida seguía y la rutina continuaba también esa noche que era igual a todas las noches. En el sofá, él comenzaba a dar pequeñas cabezadas, mientras el televisor mostraba las mismas películas, siempre repetidas. Ella, aburrida, prefirió acariciar aquello que tantas alegrías le habían dado, y poco a poco le respondió a sus mimos. Se despertó también él, con furia y decidió acariciar la flor que ella escondía entre sus piernas. Comenzó muy suave, pero de súbito, tornó brusco y devorador. Frotándolo sin compasión, provocando un desespero incontrolable del cual ella, ni podía, ni la dejaban escapar. Pronto explotaría de placer.
Luego tocaba continuar con el juego de los cuerpos. Con el deleite mutuo del deseo y del júbilo… Dando y recibiendo. Respondiendo a las caricias, a los besos, a la satisfacción que producía el roce de su piel, hasta convertirse en una sola, y gozar, hasta caer rendidos.
Cada vez se siente más calor aquí.
ResponderEliminarUn beso
Toni