Arrancaron las vestiduras que antes
les protegían y que ahora parecían molestarles. Se tumbaron y comenzaron a
amarse. Porque eso es lo que hacían. Aquello era mucho más que placer, era
necesidad y deseo. Ambos se necesitaban,
no habían sido conscientes de lo que sus cuerpos habían gritado en silencio
durante largo tiempo. Sus dedos, como virtuosos pianistas se deslizaban por las
desnudas carnes, midiendo cada palmo, cada rincón, cada pliegue. Sus brazos, su
cuello, su espalda, sus pechos, sus muslos, todo por recorrer y todo por explorar.
Se sentían dichosos. Así los sorprendió ya sosegados, la noche, tras una tarde desenfrenada
de placer y júbilo, donde ahora sólo quedaban los rescoldos de lo que habían
sido llamaradas.
martes, 2 de marzo de 2010
LLAMARADAS
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Con esas primeras miradas, se puede saber hasta donde.
ResponderEliminarUn beso
Toni