martes, 2 de marzo de 2010

LLAMARADAS


            De pronto, sus miradas se cruzaron, el tiempo se paró por un momento. El aire se volvió por un instante cortante y la tensión se palpaba en el ambiente. La respiración aceleró su ritmo. Las pulsaciones se dispararon sin control,  en un segundo saltó la chispa y comenzaron a devorarse a besos,  de una forma desesperada. Se comían con sus labios, como si se les acabara el tiempo. A los besos siguieron las caricias, en un primer momento más pudorosas, y luego sin miramiento alguno. Ambos tenían sed y no era de agua. Tenían sed de compañía…

Arrancaron las vestiduras que antes les protegían y que ahora parecían molestarles. Se tumbaron y comenzaron a amarse. Porque eso es lo que hacían. Aquello era mucho más que placer, era necesidad y deseo. Ambos  se necesitaban, no habían sido conscientes de lo que sus cuerpos habían gritado en silencio durante largo tiempo. Sus dedos, como virtuosos pianistas se deslizaban por las desnudas carnes, midiendo cada palmo, cada rincón, cada pliegue. Sus brazos, su cuello, su espalda, sus pechos, sus muslos, todo por recorrer y todo por explorar. Se sentían dichosos. Así los sorprendió ya sosegados, la noche, tras una tarde desenfrenada de placer y júbilo, donde ahora sólo quedaban los rescoldos de lo que habían sido llamaradas.

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