domingo, 20 de septiembre de 2009

ANIMA

Despertó algo inquieta. No acertaba a recordar qué sueños o quizás pesadillas, la habían acompañado esa noche. No debió ser nada placentero, no, pues una brisa helada envolvía sus pensamientos.

Triste, ni siquiera era un sentimiento de tristeza sino más bien de temor lo que tenía, o quizás un delirio sombrío que la había perseguido en su vigilia. Había escuchado decir, y no acertaba a recordar a quién, que hay noches en que las ánimas del purgatorio susurran en los oídos de la gente, cual canto de sirenas. Pero no tenía miedo a los muertos, no, sino más bien a los vivos, que son quienes sujetan los puñales, aferrándose a sus ideas. Son los vivos quienes construyen los arquetipos de la vida, quienes dictan las leyes del comportamiento. Los muertos, ya no hacen daño a nadie, mas que a las conciencias…

domingo, 13 de septiembre de 2009

CARICIAS

Sólo se oía plañir el agua en la ducha, que mojaba con pasión esos cuerpos despojados de su ropa hecha jirones. Esa agua que limpiaba toda lascivia y todo mal recuerdo, purificando los momentos que ahora tornaban dulces y placenteros…

 El jabón y la espuma se habían apropiado de aquellos tímidos amantes, recorriendo pausadamente sus delicadas pieles y aflorando las más ocultas pasiones. Fresca la piel,  y suave al tacto sólo de caricias, iluminaba los rostros de sus propietarios, dueños por derecho propio de aquellos gratos momentos. En el ensoñar de sus miradas se perdía todo miramiento y pudor. Ya no había timidez ni pavor, pero tampoco lujuria; sólo sensualidad y ternura…

martes, 8 de septiembre de 2009

APATIA

Pasaba sus tardes con los ojos tristes, y su memoria inundada de recuerdos. Quería escapar a la realidad, pero ésta la tenía agarrada por la cintura y no le permitía escapar.

El otoño había llegado, y no sólo los árboles del parque comenzaban a perder parte de la vida que meses atrás alegraba los paseos, se teñía de color ceniza el cielo y la apatía se apoderaba de los corazones que quedaban desangelados de cariño.

Sonó el teléfono, con un ring seco y desesperante, como queriendo que alguien contestara con premura. Pero no, no le apetecía que nadie oyera la languidez de su voz y dejó que aquel tañer terminara con los pocos ánimos que le quedaban. Nostálgica  y yerma, veía como el reloj marcaba una a una las horas del día; aquel día que por  no tener, no tenía que haber despuntado. Y se acurrucó en un rincón de la habitación, cuan perro desamparado, esperando que llegara el crepúsculo y tras él, otro amanecer más esperanzador.

jueves, 3 de septiembre de 2009

AMANECER

Amaneció temprano, pero prefirió quedarse en la cama observando todo lo que acontecía a su alrededor. Le encantaban las mañanas de los fines de semana porque todo en su entorno parecía que aún dormía. No se oía el trajín de los coches ni de sus dueños, sólo el canto armonioso de los pájaros que despistados vagaban por la ciudad.

Al levantarse, flaqueaban sus piernas ante el ajetreo vivido la noche anterior, pero no le afectaba, era dichosa. Por un instante había conseguido tocar el cielo cual ángel alado; y ahora, con resaca de placidez, hasta las espinas eran pétalos y los clavos eran besos. Nada  importaba…

Las emociones disparadas en el frenesí impetuoso y  su posterior  desplome, le habían dejado un delicado sabor entre los labios y un placentero cosquilleo en la piel. La dicha que ahora sentía, había ganado por un instante a los remordimientos y a la culpa. Nada importaba, era feliz y seguiría siéndolo mientras esos momentos permanecieran en su recuerdo.