sábado, 13 de noviembre de 2010

SUSPIRO


Mientras Andrea descansaba,  Paul se acercó sigiloso y en la penumbra. Portaba algo, pero la oscuridad impedía verlo con nitidez.  Venía de montar a caballo, su indumentaria lo delataba. Andrea le saludó con entusiasmo, aunque él muy serio no le dirigió la palabra, simplemente se acercó y la empujó contra el sillón con fuerza.

No pudo reaccionar, no esperaba este comportamiento, Paul siempre fue algo tímido con ella. Se le acercó, sus pantalones se le ceñían escandalosamente al cuerpo, Andrea nunca se había percatado  lo que su amigo escondía, o es que ahora estaba muy excitado y su miembro se alzaba poderoso. Le ordenó que se despojara de la poca ropa que llevaba encima Le sujetó con fuerza las manos detrás de la espalda,  Andrea no articulaba palabra, no le salían. Con una mano la sujetaba, con la otra le recorría cuerpo suavemente con la fusta. Ni siquiera se había quitado los guantes.

Como un ritual estudiado, deslizó la fusta. Sus senos desnudos, su abdomen y su vulva, en la que se recreó un rato frotándola suave, rítmica pero insistentemente. La  empujaba contra las paredes con su erección, los brazos en alto y los labios entreabiertos. No podían controlar sus manos. La azotó, una y otra vez, aunque sus azotes la llenaron de gloria, haciéndola desear que no parara.

Le dio la vuelta e hizo lo propio con su torso. Parecía que era experto en estos menesteres pues había despertado de pronto sensaciones prohibidas. Luego puso su mano en la entrepierna y con la otra separó msus muslos. Ahora la haría gozar y cabalgar durante el tiempo que sus cuerpos aguantasen hasta que exhaustos cayeran rendidos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

AMO


Aquel hombre llegó a su casa y su amante lo recibió desnuda como a él le gustaba que lo hiciera. Sus ojos le brillaban, parecía una gata en celo; seguro que se había estado tocando en su ausencia y estaría muy, muy mojada. Pero para confírmalo se lo preguntó.

 –Perra, ¿cómo está tu raja?

-Mi señor  siempre lista para cuando quiera usarme.

En ese momento la agarró por los pelos y la lanzó contra el sillón. Le gustaba humillarla y a ella sentirse humillada. Era un juego que la excitaba muchísimo. Le gustaban sus nalgadas, que le dejaban marcados los dedos en su trasero, que le restregara  sus pezones la retorcía de placer. Esa pequeña frontera entre el dolor y el placer, esa era la que más la excitaba, la que más caliente la ponía. Que la escupiera y luego frotara la saliva por su cuerpo como quien lo unta de crema. O cuando la insultaba llamándola perra, zorra o puta. Su furcia dispuesta a hacer todo lo que su amo le pidiera sin contemplación alguna. Deseosa, siempre dispuesta a más, siempre húmeda y viciosa.

De pronto, la untó con una crema que no había usado antes y se dispuso a hacerla suya sin contemplaciones por la puerta de atrás, esa que tanto la volvía loca y la sacaba de sí misma. Se transformaba. Parecía una loca, una posesa. Como si todas sus terminaciones nerviosas confluyeran en su ano. Como su “punto G” se encontrara en su zona h.

Cabalgó sobre ella largo rato, penetrándola una y otra vez ante sus gritos desesperados de placer. De improviso, paró, giró su cuerpo y la volvió a penetrar por delante. Ella suplicaba que volviera a donde lo había dejado pero las perras no tienen derecho a protestar así que allí se hacía lo que su amo decía. Su pene se erguía majestuoso, dispuesto a comerse el mundo, a regocijarse de placer y a darlo.

Abrió sus muslos y cambió de cavidad. Con sus dedos intercambiaba roces en sus senos y en su clítoris hasta dejarla sin voluntad. Pidiendo más y más, porque ella nunca se cansaba. Cuando él sintió que iba a eyacular y se retiró para derramarse por su cuerpo…

miércoles, 8 de septiembre de 2010

ASPID

Con su rodilla le rozó en el muslo, como quien hace algo prohibido. Mil y una caricias se perdieron en la infinidad de los momentos, antes de que sus manos llegaran a tocarla. Luego, ella se giró y lo miró directamente a la cara. Permanecieron así un momento y con sus ojos se dijeron todo. Ana tomó la iniciativa y lo besó suave, sólo rozándole los labios, mientras le acariciaba su rostro. Le cogió las manos, lo miró de nuevo y juntaron tímidamente los labios. Él se incorporó y casi con violencia la agarró por la nuca y le dio un beso profundo, al que siguieron muchos más…

Ella comenzó a acariciarle el pecho, le volvía loco, un par de minutos después estaban besándose de nuevo, no podían parar.Se tumbaron sobre la hierba, se desprendieron de su ropa y buscaron la complicidad  de sus cuerpos para continuar. Fueron muy pronto presa de esos deseos incontrolados de amarse, acariciarse, besarse, fundirse  en un solo bloque, aunque entendieron que tanta pasión los dejaría pronto exhaustos.

Se acariciaron. Con las yemas de sus dedos pincelaron la piel que les cubría, por turnos. Desde la frente, bajando por los húmedos labios, el cuello… Recorriendo el pecho sin olvidarse de los pezones. Esos que siempre invitan a ser devorados y tantas pasiones desatan. De pronto, él cambió los dedos por su lengua. Esa larga, húmeda y juguetona lengua. Recorrió sus aureolas, los senos y de nuevo volvió al pezón. Ana, se retorcía de placer pero no tenía donde agarrarse mas que de la verde y fresca hierba. Sus gemidos silenciosos se enfrentaban a la expresión de su rostro. 

Por un momento se detuvo ante el asombro inesperado de su amante, pero sólo era para coger aliento porque ahora se había adentrado en las profundidades. Apartó sus muslos, porque parecían estorbarle para aquel menester. Se había adueñado de su “sexo” y estaba dispuesto a dar y a recibir placer. Con suma maestría lamía, chupaba e introducía su lengua docta en el selecto arte amatorio, en los más profundos, recónditos, húmedos y oscuros lugares. 

Ana no podía más, se retorcía sobre la hierba mientras su conocedor amante continuaba, una y otra vez. Ella, contraía sus músculos, levantaba sus caderas acompasadamente, con el ritmo que él le había otorgado a su lengua, como si fueran uno. De improviso, Ana con un profundo y seco grito culminó su estado de éxtasis y quedó abatida sobre la hierba.

domingo, 15 de agosto de 2010

CUENTO


     En su caminata de media tarde despertó su inusual curiosidad  una chica sola sentada en un banco. La verdad es que no era espectacular pero algo en ella le atraía irremediablemente a sentarse muy cerca. Así lo hizo, se apropió de un banco frente a ella y de un plumazo se dispuso a escanearla. Se dio cuenta de una cosa singular, aquella chica no llevaba puestas sus bragas. Era extraño, porque aunque estuvo muy de moda años atrás, las chicas de ahora preferías la ropa femenina sexi, pero la llevaban puesta.

     La observó detenidamente, sus rasgos, sus gestos, su mirada… No sabía si alguien más se había percatado de aquel detalle que a él tanto le atraía y le excitaba de forma incontrolada. Ella, ajena a todo y a todos, leía tranquilamente, con su minifalda amarilla y su blusa de satén. Cada poco se quitaba el pelo de la frente y continuaba ensimismada en la lectura. Con la lengua mojaba sus labios que parecían resecarse porque permanecía largo rato con su boca entreabierta. Se mordía el labio y cambiaba de postura en su asiento...

     Entre las piernas se dibujaba lo que él ansiaba como el más exquisito manjar, invitándolo a ser devorado. No sabía que si aquello era su fantasía o realmente aquella chica llevaba rasurada su vulva como a él tanto  le gustaba y a la vez agitaba. Fuera lo que fuera había conseguido acelerar su respiración, exaltando sus más primitivos instintos y  disparando su imaginación hasta extremos hasta para él peligrosos.   

miércoles, 21 de julio de 2010

GRITO EN SILENCIO


     De pronto, una sombra apareció de la nada por detrás y la asió por la cintura. Ella no dijo nada, era como si esperara compañía sin ni siquiera saber quién era o para qué venía. La sombra de pronto habló, pero no reconoció su voz. Le ordenó que no gritara y que contuviera esa respiración acelerada que tenía  por un instante.  Sin mediar palabra, la agarró por el cuello de la camisa y de un tirón la hizo girones, como si supiera que sus senos estaban libres de ataduras.

     De un empujón la tiró al suelo y es cuando vio que llevaba pasamontañas, y por eso no le reconocía. Su asombro no dejó que pudiera gritar o decir nada. Con gran agilidad ató sus extremidades a las fijaciones que usan para montar las tiendas de campaña, pero no sentía dolor, al contrario, estaba muy excitada. Su respiración dejó de ser rítmica para convertirse en desesperada.

     Su agresor, se acercó de forma pausada, como midiendo cada uno de sus movimientos y comenzó a tocarla de forma lasciva, provocando impulsos hasta ahora reprimidos en lo más recóndito de los deseos de Lara. Acariciaba sus pechos cuan panadero amasa su labor. Friccionaba sus pezones, de uno en uno, o los dos a la vez, lo que le proporcionaba un placer desmesurado y ante el que no pudo reprimir gemidos de placer, hasta ahora acallados.

     Retiró el pasamontañas hasta la nariz, dejando libre su boca, con la que mordisqueó y lamió la piel desnuda. Desde sus mejillas hasta su ombligo, deslizando su lengua ensalivada lentamente, pero sin olvidar ningún rincón de aquel cuerpo semidesnudo.

     Lara no lo soportaba más. Estaba demasiado excitada. Su cuerpo pedía a gritos o que parara, o que continuara hasta el final. Su sexo, aún oculto bajo la poca ropa que le quedaba, chorreaba y palpitaba. De sus labios salían lamentos de placer desmesurado y desesperación. No era el momento. Él así lo había decidido, debía seguir sufriendo, Debería seguir pidiendo a gritos que no parase. Deslizó sus manos y los largos dedos bajo sus bragas cual pianista ante una gran sonata. Lo lamió rítmicamente con su lengua y sorbió su néctar… Decidió apagar las llamas y calmar sólo así los ríos por él desatados. Lara, no lo soportó más y arrancó de su pecho un grito desesperado  tras el que sosegó sus ansias.

martes, 6 de julio de 2010

SOLA

     
     Se encontraba sola. Permanecía en la penumbra de su habitación porque no le apetecía que sus ojos despertaran del dulce letargo. El reloj marcó la siete y ella sintió que desde su cuarto la estaban llamando. Puso una suave y cálida música a los oídos. Se despojó de la poca ropa que llevaba y se tumbó para estar más cómoda. Comenzó un ritual, tantas veces coartado por las circunstancias. 

     Sus manos, se deslizaban por el desnudo torso de su delicado cuerpo. Sus dedos, reparaban en los rincones de goce que sólo ella conocía. Se detuvo por un instante en sus senos, firmes y que pedían a gritos ser consolados. Los apretó uno contra otro, una y otra vez, los acariciaba buscado ese placer vedado a incultos en las artes amatorias, y reservados sólo a quien anhela dar y recibir placer. Frotaba sus pezones, cuyo roce levantaba las más oscuras pasiones, hasta ahora dormidas en su angelical mirada. Pero su cuerpo pedía más y más, por lo que siguió avanzando en su juego, cada vez más placentero. 

     Asímisma se propinaba insultos que la excitaban aún más si cabía. Deslizó sus dedos por las oscuras y húmedas grutas del placer, acariciando con sumo deleite aquellos labios carnosos, teñidos de carmesí que se ocultaban sigilosos a todas las miradas. Aquellos, que desde las profundidades despertaban suspiros y jadeos, ansias y sofocos, que en esos momentos nadie podía reprimir. Aquellos que pedían que no parase un instante, que se desvivían por la intensidad de las caricias, que querían más y más. Hasta que un grito, anunció que todo había acabado y que los latidos se habían mudado de escenario.

martes, 22 de junio de 2010

MOMENTOS DE GLORIA

            
             Aquel oscuro día, decidió pedirle que se bajara los pantalones. Y por qué no, los calzoncillos tan sexis que llevaba aquel día, pero para lo que ella lo quería, le molestaban…

Acarició con las manos sus nalgas, como quien palpa el más fino terciopelo. Avanzó, y él no opuso resistencia. Se recreó en el escroto, aquella bolsita que protege como un delicado paquete, los testículos, tan apetecibles para el juego. Los tocó, una y otra vez… Los besó delicadamente, los lamió y cambió de táctica. Comenzaba a notarse muy, muy excitado, pero el juego aún no había mas que empezado.

Ante ella, se erguía, con toda la majestuosidad, su miembro, invitando a ser devorado, a ser poseído, y ella era la candidata perfecta para acometer  ese trabajo. Lo sostuvo entre sus manos y comenzó a proporcionarle gusto. Un placer pausado y sin prisas, pero lleno de gozo y satisfacción. En su rostro, se reflejaba ese placer durante tanto tiempo contenido, y de pronto comenzó a jadear. Ella, se lo metió en su boca para jugar con sus labios y su lengua cual meretriz, introduciéndolo una y otra vez, con un ritmo acompasado y perfecto. Cada cuanto tiempo acariciaba con la lengua la parte baja de los testículos, o entrada de la uretra, extasiando aún más si cabía, a su amante.

Él estaba encantado, pero ella se regocijaba con complacerlo de aquella manera que tanto le gustaba. Después de un rato de regocijo e inmenso placer, con un grito seco, hasta ahora contenido, decidió derramarse entre sus pechos sin mediar palabra…

lunes, 14 de junio de 2010

LUNA DE FEBRERO


            Apareció sigiloso en la habitación donde Laura se disponía a vestirse.  No la dejó. Aprovechó su desnudez para asirse a su cintura,  agarrando  sus tibias carnes,  la  embistió por detrás como lo hace la mayoría de los machos del reino animal, y la puso sobre la roja alfombra. Arqueó sus rodillas y levantó su pelvis sin dejar de acariciarla un momento. Sus actos, primitivos, contrastaban con la ternura con la que a la vez la trataba e intentaba regocijarla para que no se sintiera perturbada. Le susurraba al oído palabras obscenas, que procedentes de sus labios llenaban su pecho de frenesí y ansia. Con sus ligeros dedos, recorrió la infinidad de puntos que sólo él sabía que la volvían loca. Con su larga y húmeda lengua, saboreó las mieles, que se le ofrecían sin oponer resistencia.

Era el momento y lo sabía. Quería poseerla como nadie lo había hecho nunca. Quería hacerla suya, y proporcionarle ese placer difícil de olvidar…  Ese deleite vedado a la moralidad y a las buenas costumbres. Tenía que hacerlo, y ella, lo estaba pidiendo a gritos.


Se acercó con suavidad, para no violentarla, humedeciendo la puerta por la que debía acceder, para no ser rechazado. Continuaba al mismo tiempo con su sinfonía de piano, porque sus manos nunca se detenían en su afán de proporcionar goce. Logró entrar y Laura comenzó a experimentar sensaciones por ella  nunca vividas, de éxtasis, de placer. Con cada movimiento, su cuerpo respondía complaciente y pedía más, y más, porque ahora había probado el néctar y la ambrosia de las divinidades.

miércoles, 12 de mayo de 2010

GOZO


Lo había pensado durante mucho tiempo y había decidido que ya era hora de cumplir con el capricho que tantas veces él le había suplicado. Provista apenas de una desgastada camiseta que dejaba entrever sus firmes pechos y sus delicados pezones, se había hecho con una maquinilla de afeitar y espuma. Estaba dispuesta a ser rasurada.
Laura se plantó frente a él y lo inquirió diciendo -“aquí estoy, puedes empezar cuando tú quieras. Soy toda tuya”. Acto seguido comenzó con el suntuoso ritual. El bello púbico relucía e invitaba a ser devorado, pero se resistió como pudo.  Pidió unas tijeras; debía de cortar la espesura de color canela, sin apenas rizo que poblaba el carnoso monte de Venus.  Y poco a poco fue retirando aquella suave espesura.
Hizo que se tumbara y arqueara sus delicadas rodillas; parecía lista para ser tomada, pero no. Continuó con aquel acto protocolario que tantas veces había deseado y hoy culminaba.  Rasuró con delicadeza alrededor de los labios que con su color carmesí, invitaban a ser deleitados con la lengua. Al acabar, admiró y no se resistió a acariciar su obra.
“Tómame”- lo incitó Laura. “Tómame y hazme tuya”. Con el pubis limpio, inducía a ser devorada. Ella, imploraba y suplicaba, se retorcía de placer en aquel sillón. Gemía como gata en celo, pidiendo ser poseída, dominada…

sábado, 17 de abril de 2010

JUEGO

      Se acercó sigilosa al sillón donde se encontraba durmiendo plácidamente  la siesta. Hacía calor, como no podía ser de otra forma a principios de agosto y la ropa se pegaba al cuerpo de una forma insoportable, con lo que como mejor se estaba era sin ella.

     Como un gato, se acercó sin apenas hacer ruido y decidió acariciarlo, besarlo y proporcionarle todo tipo de agasajos complacientes cual esmerada geisha. Con la lengua húmeda refrescaba cada rincón de su sudorosa piel, no olvidando nada, ni abandonando a su suerte ninguna parte del cuerpo de su amante.

     Con suma maestría  acariciaba su miembro viril, que aunque en principio dormido, pronto despertó ante los continuos mimos y atenciones. Agarrándolo entre sus manos de forma delicada en principio y más enérgica luego, comenzó procurarle placer. Trataba con sus acompasados movimientos transmitirle todo el deseo contenido, que ella misma atesoraba y que anhelaba recibir también, y que enseguida recogió.

    Los dos amantes, como uno solo, besaron apasionadamente sus sexos, se acariciaron con frenesí y terminaron poseyéndose, prisioneros del fuego y del deseo. En un juego, que pronto culminaría con una explosión, el éxtasis.

lunes, 5 de abril de 2010

DEVANEOS


            Se hizo experta en el arte amatorio, la diva de las meretrices, la reina de las concubinas. Su ávida lengua era capaz de recorrer con suma destreza cada rincón de los impávidos amantes que esperaban ser mimados y descubiertos. Una sutil mirada, podía convertirse luego en el más encarnizado momento de goce que dos cuerpos son capaces de proporcionarse. Tras las caricias, llegaban los escalofríos que produce el delicado tacto tras el roce de la piel. Los abrazos… 

Toda  ella la convertían en la perfecta amante. Hasta la más mínima sutileza con la que era capaz de morderse el labio, invitado a ser devorada sin contemplaciones, haciendo y dejándose hacer, se transformaban en momentos de lujuria, desenfreno y el mayor placer inimaginable.

Era todo un lujo espiarla en el baño, mientras tomaba uno de espuma o de sales, sus preferidos cuando quería volver a nacer. La sutilezas con la que se propinaba las más delicadas caricias, la transportaban a otro espacio sólo con el simple, pero al mismo tiempo sublime, acto de deslizar los dedos sobre cada rincón de su  piel…¡Mírala! ¡Mírala y no apartes la vista! ¡Recréate! Ella te regala este momento, sólo para tí, porque ahora sólo importas tú. Y ella es sólo para tí

viernes, 26 de marzo de 2010

FURIA


     
      De repente, se vio sorprendida por su propia fantasía, aunque ahora ella era la protagonista real de esta historia. Sin apenas darse cuenta, se las había ingeniado para amarrarla por las muñecas de los barrotes de  su cama, y esta vez iba en serio, no podía escapar.  El sueño siempre había sido de otra manera, era ella la que doblegaba a su amante, quien lo sometía a su única voluntad, pero esta vez no era así.

     En el fondo le gustaba sentirse doblegada, dejar que otro la transportara a otra dimensión de placer. Y eso era. Desnuda, porque a girones le había arrancado la ropa, permanecía impávida ante el silencio reinante en la instancia. Apareció de pronto ataviado con una larga pluma con la que recorrió una y otra vez su cuerpo, despertando de su letargo aquellas sensaciones dormidas que ahora la hacían volver a la vida. Acarició luego con sus hábiles manos, muslos y senos donde se entretuvo largo rato, buscando algo. Quizás, una respuesta. Una súplica tal vez.

     Las ganas de ser poseída la tenían desesperada pero él continuó con el juego por los rincones más eróticos del cuerpo, por aquellos que desprendían placer extremo, porque sabía que ahora, no se podía defender. Ella quería más y más, pero no de esa manera. Quería ser suya, aunque hoy él estaba decidido a darle otro tipo de gusto de una forma más egoísta, sólo por ver su cara de gozo.

martes, 16 de marzo de 2010

SORPRESA


     Últimamente se notaba diferente, pero no sabía el por qué. Un halo misterioso parecía envolverla y sentía que los hombres la devoraban con las miradas a su paso. Llevaba una vida en pareja muy normal y monótona, pero ese día, sin esperárselo, cuando él se proponía a meterse en la ducha, la abordó bruscamente por detrás. Le agarro sus pechos, apretó sus pezones y se la comió a besos de una forma desesperada. Su miembro se erguía imponiendo su presencia, y ella se sentía excitada. Alguien interrumpió ese momento y no continuaron. 

     La vida seguía y la rutina continuaba también esa noche que era igual a todas las noches. En el sofá, él comenzaba a dar pequeñas cabezadas, mientras el televisor mostraba las mismas películas, siempre repetidas. Ella, aburrida, prefirió acariciar aquello que tantas alegrías le habían dado, y poco a poco le respondió a sus mimos. Se despertó también él, con furia y decidió acariciar la flor que ella escondía entre sus piernas. Comenzó muy suave, pero de súbito, tornó brusco y devorador. Frotándolo sin compasión, provocando un desespero incontrolable del cual ella, ni podía, ni la dejaban escapar. Pronto explotaría de placer. 

     Luego tocaba continuar con el juego de los cuerpos. Con el deleite mutuo del deseo y del júbilo… Dando y recibiendo. Respondiendo a las caricias, a los besos, a la satisfacción que producía el roce de su piel, hasta convertirse en una sola, y gozar, hasta caer rendidos.

martes, 9 de marzo de 2010

PENUNBRA


Ella se convirtió en la actriz principal, le susurraba al oído palabras embriagadoras, a las que no se podía resistir. Jugaba con su oreja cuan deliciosa  golosina, deteniéndose largo rato en su carnoso lóbulo. Una vez lo tuvo a punto de caramelo, empezó el contacto. Con las manos, con la lengua, con las yemas de los dedos… fue directa a acariciar las zonas más eróticas y erógenas imaginables. Con una sola caricia era capaz de excitarlo como nunca hubiera, ni siquiera soñado. Las orejas, la nuca, el pene, los glúteos, el interior de los muslos, los pezones… eran todas zonas que se estremecían de placer cuando las acariciaba. Mientras recorría su cuello con la lengua, usaba tus manos para jugar con su pene… sin prisa pero sin pausa. ¡Se volvía loco!  Lograba controlar su eyaculación, la retardaba lo máximo posible.

Justo en el momento que estaba a punto de caramelo, cambiaba de maniobra. En el momento de estallar… cambiaba la postura, así cada vez estaba más ardiente y excitado. Después de pasar por una tortura tan placentera, tocaba poner el broche final que lo llevaría al octavo cielo. Había oído hablar muchas veces de ello, pero no sabía si sería capaz de conseguirlo. Se le colocó  encima y cuando la penetró, ella contrajo  con suma maestría sus músculos vaginales, eso le provocó un suave masaje en su miembro que lo puso a diez mil por hora. A partir de aquí... continuó el desenfreno de placer en el que ahora ella, se dejó hacer…

martes, 2 de marzo de 2010

LLAMARADAS


            De pronto, sus miradas se cruzaron, el tiempo se paró por un momento. El aire se volvió por un instante cortante y la tensión se palpaba en el ambiente. La respiración aceleró su ritmo. Las pulsaciones se dispararon sin control,  en un segundo saltó la chispa y comenzaron a devorarse a besos,  de una forma desesperada. Se comían con sus labios, como si se les acabara el tiempo. A los besos siguieron las caricias, en un primer momento más pudorosas, y luego sin miramiento alguno. Ambos tenían sed y no era de agua. Tenían sed de compañía…

Arrancaron las vestiduras que antes les protegían y que ahora parecían molestarles. Se tumbaron y comenzaron a amarse. Porque eso es lo que hacían. Aquello era mucho más que placer, era necesidad y deseo. Ambos  se necesitaban, no habían sido conscientes de lo que sus cuerpos habían gritado en silencio durante largo tiempo. Sus dedos, como virtuosos pianistas se deslizaban por las desnudas carnes, midiendo cada palmo, cada rincón, cada pliegue. Sus brazos, su cuello, su espalda, sus pechos, sus muslos, todo por recorrer y todo por explorar. Se sentían dichosos. Así los sorprendió ya sosegados, la noche, tras una tarde desenfrenada de placer y júbilo, donde ahora sólo quedaban los rescoldos de lo que habían sido llamaradas.

jueves, 25 de febrero de 2010

SENSUALIDAD

Con la sensualidad a flor de piel ...   

Permanecía exhausta, con la sensibilidad a flor de piel. Vestida apenas con  camisa  de gasa blanca, casi transparente  marcando su torso,  dejando entrever su nacarada  piel y lo que sus deseos silenciaban. Cubría su cuerpo para escasamente mostrar su dulce silueta, mientras sus firmes senos  despuntaban en su delicada figura. Su mirada vislumbraba sus anhelos más íntimos, y sus deseos   permanecían ocultos esperando ansiosos a ser desvelados…

El verano comenzaba a tocar a su fin y el agobiante calor se apoderaba aún de todo. Las gotas de sudor no tardaron en bajar de sus mejillas rodando hacia el cuello. Una se evaporó en su piel, la otra llegó hasta el surco, entre sus pechos, para perderse en ellos... Su respiración tornó de repente agitada, ante la mirada atónita de quien furtivo espiaba sus movimientos. Se acarició el cabello, los brazos, su pecho, sus muslos, turbada por el ansia que se había apoderado de repente de todo su ser.