domingo, 29 de noviembre de 2009

POR QUÉ


Se mantuvo largo rato en la penumbra observándola, clavándole su mirada como gato goloso ante un exquisito manjar. Más tarde, cuando venció su timidez comenzó a acariciarla muy suavemente, primero sus pálidos brazos desnudos, luego su cuello, y finalmente su rostro. Ella se mantenía expectante ante aquella situación que le había cogido por sorpresa. Qué le hacía a ella merecedora de tal agasajo y tal dulzura. No le encontraba explicación alguna.

 Por un fugaz instante pensó  retirarse, pero se sentía confortable en sus brazos, protegida del exterior, y aunque no estaban solos, no había nadie a su alrededor. El contacto con su piel la perturbaba, pero al mismo tiempo la excitaba con locura hasta el punto del delirio. Quería comérselo a besos, pero permanecía aturdida ante el desconcierto que le provocaba su extrema timidez.

Por qué le estaba sucediendo  a ella, por qué no la habían preparado para ésto,  por qué…

martes, 17 de noviembre de 2009

NOSTALGIA


El verano tocaba a su fin, pero aún se mantenía el calor sofocante que aletargaba todo movimiento. Sin pensárselo, se dirigió a la ducha pues no soportaba la sensación untuosa que le dejaba el sudor en su piel. Rauda comenzó con comedimiento y mesura a enjabonar cada recóndito lugar de su ser. La esponja se deslizaba con suavidad por todo su cuerpo, deteniéndose en aquellas partes que ella consideraba debían llevar un mayor cuidado. Al acabar, dejó que el agua arrastrara toda la suciedad.


Se mantuvo largo rato bajo la ducha, disfrutando del frescor que ésta le proporcionaba; primero con enérgico chorro y después como gotas de rocío  brotando de ella. Al concluir, comenzó con rito ceremonioso el secado. Se sentó en un taburete para no perder el equilibrio, y  poco a poco deslizó la toalla para que absorbiera cada gota y cada resquicio de humedad. A continuación se dispuso a la laboriosa tarea de hidratar su fina y nacarada piel.


Comenzando por los dedos de sus pies, poco a poco fue ascendiendo, apaciblemente por sus piernas, cual bailarín de vals instruido. No olvidaba ningún rincón, pues tenía ansias de mostrarse, pero principalmente sentirse, limpia. Igualmente acarició su torso y  sus senos, su cuello y sus brazos, hasta que toda su piel quedó impregnada, tersa y con un delicado olor a almizcle…

jueves, 5 de noviembre de 2009

NUEVO

La gran algarabía hizo que apareciera de repente, sentada en la esquina de su cama. Aún dormía, aunque sus ojos permanecían abiertos eran incapaces de percibir nada de lo que  les rodeaba. Se mantenía exhorta en sus pensamientos, hechizada por los recuerdos  que días atrás había dejado. Recordaba aquellos infinitos paseos al atardecer por la orilla de la playa, con sus manos entrelazadas. Había sido realmente feliz, tan feliz como nunca hubiera imaginado serlo.

Ni en lo más recóndito de sus pensamientos, en la vida hubiera creído que los flechazos existieran, y mucho menos que le fuera a tocar vivirlos en carne propia. Quince días atrás, el mundo se había parado por un instante; sólo había caricias y susurros, todo eran bellas palabras y hasta la música sonaba diferente. Miraba atrás en el tiempo, que le parecía tan lejano, y se veía a sí misma como  una adolescente, una adolescente enamorada.

Ahora, en este preciso instante, todo había cambiado. Había retornado a la cruda realidad del día a día. Había regresado al ajetreo, al trajín del trabajo,  a los conflictos y contrariedades en la carrera por la supervivencia. Atrás habían quedado los mimos y arrumacos, los abrazos y los besos en la playa; atrás habían quedado las quimeras. Había llegado el momento en el que debía despertar de aquella idílica fantasía. Debía volver a vestir la insufrible armadura y a empuñar el aspis para embarcarse en esa despiadada cruzada en la que se había convertido su  vida.