lunes, 28 de diciembre de 2009

AMORES PROHIBIDOS

Suaves y delicadas eran las caricias en sus aterciopeladas pieles. Cálidos los susurros…

Ante los curiosos ojos del  transeúnte, una amistad, y en la oscuridad de la noche, los más tiernos amantes. Bajo las sábanas, sus manos se deslizaban con pausado frenesí, recorriendo los rincones que sólo ellas conocían de memoria, al milímetro. Con sutil suavidad, deslizaban sus dedos maestros en la labor de dar y recibir goce y placer. Sus húmedas lenguas, diestras en largos recorridos, se desenvolvían hábilmente para regocijo de los amantes, serpenteando con virtuosa delicadeza sus cuerpos. Resoplaban en sus oídos suaves gemidos de éxtasis, embriagando los instantes. Se sucedían las caricias, infinitas y sensuales…

El hechizo del momento las había atrapado para su propio asombro, estaban cautivas, presas de una atracción irresistible que ambas consideraban prohibida.

sábado, 19 de diciembre de 2009

DELEITE


Lo encontró descansando y sin ropa, estirado boca abajo sobre su cama. Se dirigió a él, sigilosa cual  gata en celo y comenzó a acariciarle el lóbulo de la oreja con su lengua, como si estuviera degustando un pequeño trozo de delicioso   chocolate. Luego la deslizó por su cuello, untándoselo con cálida saliva y le propinó infinidad de suaves besos.

Le acariciaba la nuca con sus firmes pechos, despertando en él un deseo incontrolable de besarlos, devorarlos a mordiscos, pero no lo dejó, quería continuar con este juego que había comenzado donde ella llevaba las riendas.

 Continuó recreándose con sus nalgas, atreviéndose a hincarles de vez en cuando el diente, con un dulce y tierno mordisqueo. Luego,  las rozó con sus senos.  Con ello le asaltaron nuevamente unas ganas irreprimibles de girarse y devorarla, pero no se lo permitió. Ella, y sólo ella, fue trazando poco a poco un camino por el interior de los muslos con su lengua. Prosiguió con suaves besos, con tiernos lamidos… ¡No sabía dónde meterse!


sábado, 12 de diciembre de 2009

FANTASIA


Interrumpió en su cuarto mientras dormía. Sigiloso para que no se percatara de su presencia, se acercó a su cama y comenzó a acariciarla de forma muy delicada, acompasada y casi ceremoniosa.
Era verano, de esos días en los que te acuestas ligerita de ropa, o ni siquiera te atreves a ponerte nada, porque todo te molesta. De esos días, que hasta la sábana te incomoda aunque sea muy  fresca.
Deslizaba sus manos por los finos cabellos, aspiraba su perfume, queriendo respirarla a toda ella. Entonces no se resistió a continuar, aprovechando que estaba sumida  en profundo sueño y no se iba a importunar cuando lo viera en su cuarto y en su lecho. Continuó acariciándola, palpando cada rincón con curiosidad  y con maestría. Como si careciera del sentido de la vista, leía con la yema de sus dedos cada pedacito de piel, cada rincón. Imaginaba ser correspondido y devorado a besos, abrazos, mordiscos…
Armándose de coraje decidió ir mas allá, aumentar la intensidad de las caricias, sumarle besos, y hasta poseer su cuerpo. Ella, de forma inconsciente, respondía deseosa, aunque seguía profundamente dormida. Se agitaba  de placer, y esto se reflejaba en su rostro.
Cuando despertó, feliz y relajada, se dio cuenta que todo había sido un sueño.

viernes, 4 de diciembre de 2009

OTOÑO

Se conocieron cuando ya creían que era muy tarde para ellos. Los dos habían recorrido ya con pasos firmes el camino de sus vidas y su sabia comenzaba a secarse, marchita por el paso del tiempo. Hasta aquel día.

En el otoño de sus vidas habían conocido la primavera de sus sentimientos. Con timidez y vergüenza, a penas llegaban a rozar sus manos. Como dos adolescentes enamorados, gustaban pasear por las callejuelas y resguardarse en los oscuros soportales para no ser observados por los ojos alcahuetes de quien observaba. Habían descubierto lo dulces que eran las caricias y lo jugosos que podían llegar a ser los besos. Habían descubierto el rico sabor de los amores tardíos.

Como una pareja de amantes vírgenes, se dispusieron en la oscuridad de una noche a probar el cálido deleite con el que toda pareja sueña en su primera vez. Con pulcro pijama él y con camisón y bata de seda ella, cerraron tras de sí la puerta de aquella habitación de hotel. Con luz tenue, comenzaron el ritual tantas veces ensayado con esmero, de quitarse poco a poco la ropa que los cubría. Bajo ella, dos cuerpos de nacarada piel, plagada de arrugas. Sus caricias despertaban los sentimientos y las sensaciones dormidas durante años. Sus delicados besos los encumbraban a las cimas más altas. Sus susurros, escondían la más bellas y seductoras palabras. Y su gozo, ay su gozo, los llevó aquel día, en su juego a coronar los altares...

Quién dijo que el amor tenía edad…