viernes, 26 de marzo de 2010

FURIA


     
      De repente, se vio sorprendida por su propia fantasía, aunque ahora ella era la protagonista real de esta historia. Sin apenas darse cuenta, se las había ingeniado para amarrarla por las muñecas de los barrotes de  su cama, y esta vez iba en serio, no podía escapar.  El sueño siempre había sido de otra manera, era ella la que doblegaba a su amante, quien lo sometía a su única voluntad, pero esta vez no era así.

     En el fondo le gustaba sentirse doblegada, dejar que otro la transportara a otra dimensión de placer. Y eso era. Desnuda, porque a girones le había arrancado la ropa, permanecía impávida ante el silencio reinante en la instancia. Apareció de pronto ataviado con una larga pluma con la que recorrió una y otra vez su cuerpo, despertando de su letargo aquellas sensaciones dormidas que ahora la hacían volver a la vida. Acarició luego con sus hábiles manos, muslos y senos donde se entretuvo largo rato, buscando algo. Quizás, una respuesta. Una súplica tal vez.

     Las ganas de ser poseída la tenían desesperada pero él continuó con el juego por los rincones más eróticos del cuerpo, por aquellos que desprendían placer extremo, porque sabía que ahora, no se podía defender. Ella quería más y más, pero no de esa manera. Quería ser suya, aunque hoy él estaba decidido a darle otro tipo de gusto de una forma más egoísta, sólo por ver su cara de gozo.

martes, 16 de marzo de 2010

SORPRESA


     Últimamente se notaba diferente, pero no sabía el por qué. Un halo misterioso parecía envolverla y sentía que los hombres la devoraban con las miradas a su paso. Llevaba una vida en pareja muy normal y monótona, pero ese día, sin esperárselo, cuando él se proponía a meterse en la ducha, la abordó bruscamente por detrás. Le agarro sus pechos, apretó sus pezones y se la comió a besos de una forma desesperada. Su miembro se erguía imponiendo su presencia, y ella se sentía excitada. Alguien interrumpió ese momento y no continuaron. 

     La vida seguía y la rutina continuaba también esa noche que era igual a todas las noches. En el sofá, él comenzaba a dar pequeñas cabezadas, mientras el televisor mostraba las mismas películas, siempre repetidas. Ella, aburrida, prefirió acariciar aquello que tantas alegrías le habían dado, y poco a poco le respondió a sus mimos. Se despertó también él, con furia y decidió acariciar la flor que ella escondía entre sus piernas. Comenzó muy suave, pero de súbito, tornó brusco y devorador. Frotándolo sin compasión, provocando un desespero incontrolable del cual ella, ni podía, ni la dejaban escapar. Pronto explotaría de placer. 

     Luego tocaba continuar con el juego de los cuerpos. Con el deleite mutuo del deseo y del júbilo… Dando y recibiendo. Respondiendo a las caricias, a los besos, a la satisfacción que producía el roce de su piel, hasta convertirse en una sola, y gozar, hasta caer rendidos.

martes, 9 de marzo de 2010

PENUNBRA


Ella se convirtió en la actriz principal, le susurraba al oído palabras embriagadoras, a las que no se podía resistir. Jugaba con su oreja cuan deliciosa  golosina, deteniéndose largo rato en su carnoso lóbulo. Una vez lo tuvo a punto de caramelo, empezó el contacto. Con las manos, con la lengua, con las yemas de los dedos… fue directa a acariciar las zonas más eróticas y erógenas imaginables. Con una sola caricia era capaz de excitarlo como nunca hubiera, ni siquiera soñado. Las orejas, la nuca, el pene, los glúteos, el interior de los muslos, los pezones… eran todas zonas que se estremecían de placer cuando las acariciaba. Mientras recorría su cuello con la lengua, usaba tus manos para jugar con su pene… sin prisa pero sin pausa. ¡Se volvía loco!  Lograba controlar su eyaculación, la retardaba lo máximo posible.

Justo en el momento que estaba a punto de caramelo, cambiaba de maniobra. En el momento de estallar… cambiaba la postura, así cada vez estaba más ardiente y excitado. Después de pasar por una tortura tan placentera, tocaba poner el broche final que lo llevaría al octavo cielo. Había oído hablar muchas veces de ello, pero no sabía si sería capaz de conseguirlo. Se le colocó  encima y cuando la penetró, ella contrajo  con suma maestría sus músculos vaginales, eso le provocó un suave masaje en su miembro que lo puso a diez mil por hora. A partir de aquí... continuó el desenfreno de placer en el que ahora ella, se dejó hacer…

martes, 2 de marzo de 2010

LLAMARADAS


            De pronto, sus miradas se cruzaron, el tiempo se paró por un momento. El aire se volvió por un instante cortante y la tensión se palpaba en el ambiente. La respiración aceleró su ritmo. Las pulsaciones se dispararon sin control,  en un segundo saltó la chispa y comenzaron a devorarse a besos,  de una forma desesperada. Se comían con sus labios, como si se les acabara el tiempo. A los besos siguieron las caricias, en un primer momento más pudorosas, y luego sin miramiento alguno. Ambos tenían sed y no era de agua. Tenían sed de compañía…

Arrancaron las vestiduras que antes les protegían y que ahora parecían molestarles. Se tumbaron y comenzaron a amarse. Porque eso es lo que hacían. Aquello era mucho más que placer, era necesidad y deseo. Ambos  se necesitaban, no habían sido conscientes de lo que sus cuerpos habían gritado en silencio durante largo tiempo. Sus dedos, como virtuosos pianistas se deslizaban por las desnudas carnes, midiendo cada palmo, cada rincón, cada pliegue. Sus brazos, su cuello, su espalda, sus pechos, sus muslos, todo por recorrer y todo por explorar. Se sentían dichosos. Así los sorprendió ya sosegados, la noche, tras una tarde desenfrenada de placer y júbilo, donde ahora sólo quedaban los rescoldos de lo que habían sido llamaradas.