lunes, 31 de enero de 2011

INTIMO

     Todo empezó con ese juego al que él quiso jugar con sus insinuaciones tras aquel encuentro casual. Porque para ella todo empezó como un simple y banal juego, simplemente para divertirse y hacerle el gusto.

     Él quería que se tocara, se acariciara los pezones y los pechos y ella accedió. Poco a poco fue entrando sin proponérselo en situación, en la que  él  quería y a la que  ella le gustaba entrar. No era de piedra, y sólo había que verle la cara de gusto que tenía al contemplarla mientras se acariciaba… Tras terminar aquel breve pero intenso encuentro, y movida por las circunstancias, ella entró en el baño y cerró tras de sí la puerta. Se sentó, bajándose  los pantalones y el culott que llevaba puesto. Estaba excitada, muy excitada y húmeda, para qué negarlo; estaba muy mal. No tenía  control sobre sí misma ni sobre aquellos  bajos instintos que la poseían y de los que ya no era dueña.

     No se anduvo con muchos tapujos y fue  casi directamente a saco. Introdujo  primero y suavemente su dedo anular entre sus labios vaginales que estaban chorreantes, mientras con la otra mano se apretaba con fuerza los pezones y se acariciaba los pechos. Estaba ya muy excitada y no le hizo falta nada más que recordar por un instante los momentos vividos y seguir tocándose con intensidad. Eso sí, suspiraba y jadeaba, por lo que incrementó la agilidad de sus movimientos y sus incontrolables deseos. Juntó sus muslos  para sentir un poco más la fricción,  pues estaba muy muy húmeda. Hasta que llegó. Duró unos segundos, pero fue muy intenso, demasiado.

    Luego, al terminar, le temblaban las piernas. No podía ponerse a penas en pie, pero acabó sosegada, con la mirada perdida y el rostro placentero. Había tenido un espléndido final.