viernes, 30 de octubre de 2009

PALABRAS

     Sonó el teléfono y desesperada corrió a su encuentro, esperando que una voz afable contestara al otro lado. Se habían equivocado. Las horas del reloj, parecían haberse detenido. Un frío presentimiento recorrió su frágil cuerpo, ya no llamaría. Había olvidado la promesa que días atrás había jurado, con besos y caricias, de recordarle cuan grande era la devoción que le profesaba. Dónde se había ido aquella adoración y ternura con la que poco a poco había conquistado su pétreo corazón. Aquellas caricias y susurros que habían derribado los infranqueables muros de sus sentimientos, dónde estaban.


     Lágrimas frías y llantos desconsolados amargaron aún más la espera. Imaginaba que todo había sido un juego y que se habían burlado de ella. Horas más tarde volvió a repicar el teléfono, pero su soberbia le impidió atenderlo. Siguió sonando largo rato hasta que su interlocutor, cansado de insistir, prefirió creer que no había nadie al otro lado.


     Recordaba las bellas palabras, las delicadas caricias, los poemas de enamorado… Recordaba el aroma de su cuerpo, la firmeza de su piel, la suavidad de su pelo, pero apenas recordaba los rasgos de su rostro.


     Volvió a sonar el teléfono y al contestar, una voz le dijo que él ya no vendría.

viernes, 16 de octubre de 2009

LUZ

La luz inundó la estancia. El aroma de las flores frescas recién cortadas penetraba cual perfume reparador del espíritu, apropiándose de los cuerpos y las mentes de cuantos en la habitación se encontraban. La música, esa música que invitaba a soñar y a sonreír, se colaba por los rincones. Tímidamente, las parejas acercaron sus manos y aprisionaron sus cómplices miradas, el resto simplemente sonreía. Todos parecían ser felices, o sencillamente lo eran. No necesitaban más, porque a veces, las cosas más simples son las que más colman el alma y el espíritu. Bailar, reír, o simplemente mirar y ser mirado, querer y sentirse querido, pueden alumbrar con luz propia los corazones de propios y extraños.

Querían rozar y ser rozados por las pieles que anhelaban deseosos. Aguantaban la respiración un instante para no desear atrapar los labios de quienes frente a ellos los invitaban a tomarlos. Cerraban sus ojos para no mirar y aferrarse a los recuerdos, disfrutando los instantes. Querían vivir…