miércoles, 2 de marzo de 2016

SERÁ ASI

   

       No tenía nada que hacer aquella tarde sombría, por lo que se recreó en sus propios pensamientos, en sus recuerdos.

     Recuerdos que le traían dulces sonrisas. Recuerdos de un pasado que aunque lejano, no lo era tanto.

      Recordaba su olor, ese olor suave que embriagaba los sentidos y que era capaz de describir y recrear con los ojos cerrados. Olor que recordaba intensamente y le daba un vuelco al estómago cuando creía percibirlo por la calle al deambular.

      Recordaba su piel. La tersura de su piel. Su sedosa piel. Aquella que tantas veces recorrió con la yema de los dedos dibujando figuras inimaginables por todo su cuerpo. Cada trozo de su nacarada piel se convertía en un lienzo para dibujar a su antojo en aquellos momentos.

   Recordaba sus besos. Qué buenos sabían sus besos. Sus interminables besos. Aquellos que comenzaban suaves para terminar devorándose con sus labios. Húmedos y carnosos labios, y viperina lengua, que con destreza levantaba la más oscura de las pasiones de cualquier hombre.

    Recuerdos, de la maestría de su boca para proporcionarle placer en su viril sexo. Cómo con el simple movimiento acompasado de sus labios y de su cabeza, lo había llevado tantas veces al paraíso en la tierra. Y él se había dejado hacer en lo que parecía ser toda una experta.

     Recordaba su sabor. Qué rico sabía su sexo. Siempre imaginó que el sexo de una mujer tendría mal sabor, y que simplemente devorarlo era un acto para proporcionarle placer a ella. Pero cuan equivocado estaba. Esos jugos eran elixir. Nunca en su existencia había devorado unos labios vaginales que le produjeran un placer tan grande al paladar. Y unos jugos que le proporcionaran tal excitación  ¡Qué rico era su sabor! Indescriptible con palabras. Qué bien lo pasó todas aquellas veces  que le permitió acceder al exquisito manjar que atesoraba entre sus piernas. En su depilado pubis que tanto llamó siempre su atención y respondía extremeciéndose al más leve de los roces.


     Tan solo eran recuerdos, dulces y sabrosos recuerdos de encuentros furtivos en la noche.