jueves, 25 de febrero de 2010

SENSUALIDAD

Con la sensualidad a flor de piel ...   

Permanecía exhausta, con la sensibilidad a flor de piel. Vestida apenas con  camisa  de gasa blanca, casi transparente  marcando su torso,  dejando entrever su nacarada  piel y lo que sus deseos silenciaban. Cubría su cuerpo para escasamente mostrar su dulce silueta, mientras sus firmes senos  despuntaban en su delicada figura. Su mirada vislumbraba sus anhelos más íntimos, y sus deseos   permanecían ocultos esperando ansiosos a ser desvelados…

El verano comenzaba a tocar a su fin y el agobiante calor se apoderaba aún de todo. Las gotas de sudor no tardaron en bajar de sus mejillas rodando hacia el cuello. Una se evaporó en su piel, la otra llegó hasta el surco, entre sus pechos, para perderse en ellos... Su respiración tornó de repente agitada, ante la mirada atónita de quien furtivo espiaba sus movimientos. Se acarició el cabello, los brazos, su pecho, sus muslos, turbada por el ansia que se había apoderado de repente de todo su ser.

miércoles, 17 de febrero de 2010

CATAR

     Me dispuse a catarlo, a probar con delicado esmero el género, pues quería apreciar su calidad. Lo sometí a todos y cada uno de mis sentidos, en particular al del gusto y el olfato, como si de una copa de buen vino se tratara. Intentar  conocerlo, buscando sus diferentes defectos y sus diferentes cualidades con el fin de expresarlos, estudiarlo, describirlo, definirlo, juzgarlo, clasificarlo...

     Descubrir lo desconocido, lo impredecible, lo enigmático. Por eso, me situé ante él, como se  sitúa uno que fuera a enfrentarse a lo prohibido, a lo inalcanzable. En ese instante, la adrenalina se dispara y los sentidos se agudizan. En ese instante, uno no quiere que se le escape ningún detalle, ninguna sensación. Esa actitud de atreverse a catar lo prohibido, lo desconocido y misterioso.

     Parecía tan inocente y vulnerable, tan relajado, tumbado sombre las sábanas blancas. Olía a limpio, y yo cual leona preparada para abalanzarme sobre su presa… Por qué me ocurría esto, qué significaba este juego camaleónico en que se había convertido mi vida. No lo pensé más y con decisión, mas con sumo deleite, comencé a hacerlo mío con mis dulces y húmedos besos, que lo recorrieron una y otra vez para éxtasis de los que ahora eran amantes…

viernes, 5 de febrero de 2010

ANGELICA

     Angélica, hacia honor a su nombre. Sus dulces facciones invitaban a no apartar la mirada, atrayendo a quien osase a clavar sus ojos en su cándido cuerpo. 

     Las tardes comenzaban a hacerse cada vez más cortas, y pronto la luz se desvanecía sin apenas despedirse. Amante de la lectura, había descubierto el lugar perfecto para ejercitar esa gran pasión que la embriagaba; en un rincón de la biblioteca, junto a una lámpara de lectura y un sillón orejero. Y allí la encontró, con sus piernas entreabiertas, con apenas un desgastado camisón para cubrirla, que dejaba adivinar lo que tras de sí se escondía, relajada y absorta en sus pensamientos. Decidió no importunarla, pero recreó, desde lo lejos, su mirada en las sutiles imágenes que se dibujaban en la sombra, y dejó volar los pensamientos de la mano de sus fantasías. 

     En el silencio de la tarde, apenas se oía el suave voltear de las hojas. Al mismo tiempo, ella humedecía sus labios, que al hidratarlos lucían aún más carnosos y apetecibles, invitando a ser devorados. De vez en cuando, se propinaba pequeños mordiscos y acariciaba su rostro. Deslizando sus delicados dedos por el cuello, dejaba que continuaran recorriendo su inocente figura para perderse a la vista, escoltados por la penumbra y avivando la imaginación de las maliciosas miradas.