martes, 17 de noviembre de 2009

NOSTALGIA


El verano tocaba a su fin, pero aún se mantenía el calor sofocante que aletargaba todo movimiento. Sin pensárselo, se dirigió a la ducha pues no soportaba la sensación untuosa que le dejaba el sudor en su piel. Rauda comenzó con comedimiento y mesura a enjabonar cada recóndito lugar de su ser. La esponja se deslizaba con suavidad por todo su cuerpo, deteniéndose en aquellas partes que ella consideraba debían llevar un mayor cuidado. Al acabar, dejó que el agua arrastrara toda la suciedad.


Se mantuvo largo rato bajo la ducha, disfrutando del frescor que ésta le proporcionaba; primero con enérgico chorro y después como gotas de rocío  brotando de ella. Al concluir, comenzó con rito ceremonioso el secado. Se sentó en un taburete para no perder el equilibrio, y  poco a poco deslizó la toalla para que absorbiera cada gota y cada resquicio de humedad. A continuación se dispuso a la laboriosa tarea de hidratar su fina y nacarada piel.


Comenzando por los dedos de sus pies, poco a poco fue ascendiendo, apaciblemente por sus piernas, cual bailarín de vals instruido. No olvidaba ningún rincón, pues tenía ansias de mostrarse, pero principalmente sentirse, limpia. Igualmente acarició su torso y  sus senos, su cuello y sus brazos, hasta que toda su piel quedó impregnada, tersa y con un delicado olor a almizcle…

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