sábado, 17 de abril de 2010

JUEGO

      Se acercó sigilosa al sillón donde se encontraba durmiendo plácidamente  la siesta. Hacía calor, como no podía ser de otra forma a principios de agosto y la ropa se pegaba al cuerpo de una forma insoportable, con lo que como mejor se estaba era sin ella.

     Como un gato, se acercó sin apenas hacer ruido y decidió acariciarlo, besarlo y proporcionarle todo tipo de agasajos complacientes cual esmerada geisha. Con la lengua húmeda refrescaba cada rincón de su sudorosa piel, no olvidando nada, ni abandonando a su suerte ninguna parte del cuerpo de su amante.

     Con suma maestría  acariciaba su miembro viril, que aunque en principio dormido, pronto despertó ante los continuos mimos y atenciones. Agarrándolo entre sus manos de forma delicada en principio y más enérgica luego, comenzó procurarle placer. Trataba con sus acompasados movimientos transmitirle todo el deseo contenido, que ella misma atesoraba y que anhelaba recibir también, y que enseguida recogió.

    Los dos amantes, como uno solo, besaron apasionadamente sus sexos, se acariciaron con frenesí y terminaron poseyéndose, prisioneros del fuego y del deseo. En un juego, que pronto culminaría con una explosión, el éxtasis.

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