miércoles, 21 de julio de 2010

GRITO EN SILENCIO


     De pronto, una sombra apareció de la nada por detrás y la asió por la cintura. Ella no dijo nada, era como si esperara compañía sin ni siquiera saber quién era o para qué venía. La sombra de pronto habló, pero no reconoció su voz. Le ordenó que no gritara y que contuviera esa respiración acelerada que tenía  por un instante.  Sin mediar palabra, la agarró por el cuello de la camisa y de un tirón la hizo girones, como si supiera que sus senos estaban libres de ataduras.

     De un empujón la tiró al suelo y es cuando vio que llevaba pasamontañas, y por eso no le reconocía. Su asombro no dejó que pudiera gritar o decir nada. Con gran agilidad ató sus extremidades a las fijaciones que usan para montar las tiendas de campaña, pero no sentía dolor, al contrario, estaba muy excitada. Su respiración dejó de ser rítmica para convertirse en desesperada.

     Su agresor, se acercó de forma pausada, como midiendo cada uno de sus movimientos y comenzó a tocarla de forma lasciva, provocando impulsos hasta ahora reprimidos en lo más recóndito de los deseos de Lara. Acariciaba sus pechos cuan panadero amasa su labor. Friccionaba sus pezones, de uno en uno, o los dos a la vez, lo que le proporcionaba un placer desmesurado y ante el que no pudo reprimir gemidos de placer, hasta ahora acallados.

     Retiró el pasamontañas hasta la nariz, dejando libre su boca, con la que mordisqueó y lamió la piel desnuda. Desde sus mejillas hasta su ombligo, deslizando su lengua ensalivada lentamente, pero sin olvidar ningún rincón de aquel cuerpo semidesnudo.

     Lara no lo soportaba más. Estaba demasiado excitada. Su cuerpo pedía a gritos o que parara, o que continuara hasta el final. Su sexo, aún oculto bajo la poca ropa que le quedaba, chorreaba y palpitaba. De sus labios salían lamentos de placer desmesurado y desesperación. No era el momento. Él así lo había decidido, debía seguir sufriendo, Debería seguir pidiendo a gritos que no parase. Deslizó sus manos y los largos dedos bajo sus bragas cual pianista ante una gran sonata. Lo lamió rítmicamente con su lengua y sorbió su néctar… Decidió apagar las llamas y calmar sólo así los ríos por él desatados. Lara, no lo soportó más y arrancó de su pecho un grito desesperado  tras el que sosegó sus ansias.

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