domingo, 15 de agosto de 2010

CUENTO


     En su caminata de media tarde despertó su inusual curiosidad  una chica sola sentada en un banco. La verdad es que no era espectacular pero algo en ella le atraía irremediablemente a sentarse muy cerca. Así lo hizo, se apropió de un banco frente a ella y de un plumazo se dispuso a escanearla. Se dio cuenta de una cosa singular, aquella chica no llevaba puestas sus bragas. Era extraño, porque aunque estuvo muy de moda años atrás, las chicas de ahora preferías la ropa femenina sexi, pero la llevaban puesta.

     La observó detenidamente, sus rasgos, sus gestos, su mirada… No sabía si alguien más se había percatado de aquel detalle que a él tanto le atraía y le excitaba de forma incontrolada. Ella, ajena a todo y a todos, leía tranquilamente, con su minifalda amarilla y su blusa de satén. Cada poco se quitaba el pelo de la frente y continuaba ensimismada en la lectura. Con la lengua mojaba sus labios que parecían resecarse porque permanecía largo rato con su boca entreabierta. Se mordía el labio y cambiaba de postura en su asiento...

     Entre las piernas se dibujaba lo que él ansiaba como el más exquisito manjar, invitándolo a ser devorado. No sabía que si aquello era su fantasía o realmente aquella chica llevaba rasurada su vulva como a él tanto  le gustaba y a la vez agitaba. Fuera lo que fuera había conseguido acelerar su respiración, exaltando sus más primitivos instintos y  disparando su imaginación hasta extremos hasta para él peligrosos.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario